Parece algo banal, pero no lo es. Algunos medios y partidos políticos se empeñan en señalar a los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas como violencia doméstica en lugar de violencia de género. En este artículo explicamos por qué debemos hablar de la violencia de género y qué implicaciones tiene no hacerlo.

La diferencia entre la violencia doméstica y la violencia de género recae en que la primera no es fruto de un problema estructural, como lo es el machismo. Negar la violencia de género, como quieren hacer algunos partidos de la ultra derecha, es negar el machismo. Ponerlo todo en el mismo saco («es violencia, sin más») hace que no veamos las causas estructurales que hacen que determinados colectivos sean más vulnerables.

Por lo tanto:

Violencia de género es aquélla que se ejerce sobre la mujer por el hecho de serlo, mientras que violencia doméstica es la que produce dentro del seno familiar, a razón de la convivencia, ya sea hacia los hermanos, hijos, abuelos, etc.

La violencia de género está ampliamente estudiada y forma parte de la mayoría de los tratados internacionales como el de las Naciones Unidas o la OMS, que la definen en términos similares. La violencia de género no solo supone la desigualdad entre hombres y mujeres, sino que, como dice  Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, «es un arma muy eficaz para mantener esa situación de control, dominio y superioridad de los hombres sobre las mujeres».

Desde 2004, en España, este concepto gana visibilidad con la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (anteriormente estaba regulado dentro del ámbito de violencia doméstica). La Normativa Estatal de Violencia de Género establece como objeto “actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”. También se reconoce como víctimas indirectas la violencia hacia los hijos menores de edad de estas mujeres.

Entonces, ¿por qué algunos reniegan a utilizar las palabras violencia de género?

El interés de evitar utilizar las palabras violencia de género, así como querer confundirlo con la violencia doméstica se debe a intereses ideológicos. No es que los dirigentes políticos de derecha o ultra derecha no sepan su significado, es que así actúan por posicionamiento político. Las recientes movilizaciones feministas están amenazando el actual sistema patriarcal y lo que estamos viendo es una fuerte reacción conservadora para aquellos que temen perder sus privilegios.

«Nosotros vamos a por todos los tipos de violencias»

El discurso de los partidos derechistas sobre que «vamos contra toda violencia, sin importar de dónde venga ni hacia quién» está destinado a invisibilizar el actual sistema machista. Se trata de esconder la violencia hacia las mujeres entre todas las violencias, tratándolas a todas por igual. Este pensamiento está destinado a crear confusión y es una manera de manipular la realidad. Si no hablamos de violencia machista, se evita tomar consciencia de las causas y las motivaciones que hay detrás.

En otras palabras, al apartar la mirada de la violencia de género, solo veremos el resultado (la agresión, el maltrato o la muerte) sin entender sus causas, sin que exista un trato discriminatorio y sin percatarnos de que se trata de un problema estructural mucho más amplio. Si no partimos de todo esto no podremos combatir la violencia hacia las mujeres eficazmente.


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